El Emperador Hilario

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Por: Daniel Alonso de
Lo Mejor del Boxeo

El Imperio del Japón resume una historia fabulosa en el contexto de la humanidad. Más allá de haber sufrido el efecto aniquilador de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, Japón es hoy día ejemplo de desarrollo económico y de un altísimo potencial tecnológico.

En lo deportivo, Japón sobresale por la práctica del boxeo, que le ha proporcionado a la nación nipona sesenta y dos campeones mundiales.

Como todo imperio, tiene su emperador, desde 1989 ocupa el trono Akihito, el número ciento veinticinco en la sucesión imperial de la tierra del sol naciente.

Pero boxísticamente hablando, hubo un emperador que llegó a esas tierras con los guantes puestos, para dejar sentado su mando sobre sus congéneres orientales.

Ese emperador llegó desde Panamá en 1980… su nombre: Hilario Zapata.

Cuando Zapata llegó a Japón para combatir por la corona minimosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en poder de Shigeo Nakajima, tenía apenas 21 años de edad y un palmarés de apenas once combates realizados, con diez triunfos y un revés.

Era marzo de 1980, y apenas habían pasado dos meses de la conquista de la corona por parte de Nakajima, quien había vencido al coreano Sung Jun Kim. Quizás sus manejadores pensaron que una primera defensa ante un peleador panameño de tan poca experiencia supondría un combate cómodo.

Pero esa noche del 24 de marzo de 1980 en Tokyo, el mundo vio consagrarse a uno de los grandes peleadores panameños de todos los tiempos. Zapata dio un concierto de buen boxeo sobre el cuadrilátero y obtuvo el veredicto unánime de los jueces.

Los nipones no quedaron convencidos y se pactó la revancha apenas seis meses después. Aunque parezca increíble, en ese breve interim, Hilario hizo dos defensas de su título en Corea y Venezuela, y volvió a Japón para ofrecerle la revancha a Nakajima.

Ahora la golpiza fue mayor, y en el asalto número once el árbitro Rudy Jordan tuvo que detener el pleito por la superioridad manifiesta del campeón panameño.

Recordemos que Hilario perdió su corona ante el mexicano Amado “Panterita” Ursúa, y éste a su vez cedió la faja al japonés Tadashi Tomori.

Así las cosas, el emperador Hilario volvió a su conocida tierra de oriente el 20 de julio de 1982 para desafiar a otro campeón nipón. Y volvió a consagrarse como titular mundial. Una victoria por decisión dividida, que debió ser unánime, pudo quizás dejar insatisfechos a algunos, y una vez más, se fraguó la revancha.

Solo cuatro meses después habrían de verse las caras nuevamente. En ese corto lapso de tiempo, el Emperador Hilario volvió a Corea para cumplir otra defensa exitosa, y cumplió su palabra de volver a Japón. Ocurrió lo mismo que con Nakajima, solo que en menos asaltos.

Durante ocho giros el Emperador Hilario dominó a Tomori y obligó al árbitro Ray Solís decidió dar por concluída la contienda. El emperador Hilario seguía reinando, agradeciendo con señorío el reconocimiento de una afición exigente que aplaudía su fina esgrima y su innato talento boxeril.

Pero habría una nueva visita del Emperador Hilario a tierras niponas. Siendo ahora campeón mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), Zapata hizo la segunda defensa de su corona ante el campeón japonés de esa división, Shuichi Hozumi, el 7 de abril de 1986.

¡Otro concierto! El Emperador Hilario se mostró implacable, sus movimientos confundían a Hozumi, mientras su incansable izquierda hacía el trabajo en la anatomía del valiente guerrero nipón. El veredicto unánime de los jueces fue el justo fallo a una gran demostración de calidad.

Sería la última vez que el Emperador Hilario tocaría tierras japonesas. Aunque se mantuvo activo hasta 1993, nunca volvió a las tierras donde ganó cinco peleas de título mundial, pero su recuerdo se mantiene ahí, en las mentes de quienes lo vieron combatir, con estirpe y gallardía.